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Blog - Page 20

  • Construcción de la imagen nacional

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    Caralvá

     

     

     

    La crisis institucional ha demostrado que los instrumentos constitucionales, denominados Partidos Políticos pueden causar mucha confusión al tomar decisiones a nombre de los ciudadanos, condición que puede repetirse con otros temas, no obstante los ciudadanos no participamos en la decisión final, solo como espectadores. Así funciona nuestra democracia delegando esas decisiones trascendentales, puesto que nuestra participación como ciudadanos es limitada a los siguientes aspectos: ejercicio del sufragio en momento electoral, cabildos abiertos, algunas iniciativas ciudadanas en la Asamblea Legislativa, derecho a la insurrección en caso de violaciones constitucionales, etc.

     

    La nación estuvo a punto de incendiarse por la polarización de las opiniones entre los sectores opuestos a la elección de los magistrados, pero al final un arreglo político era suficiente para acercar las posiciones entre los antagonistas.

     

    Si hablamos de economía ¿por qué no optar por el mismo criterio?, acercar posiciones en lugar de atrincherarse en principios maximalistas, puesto que al final la nación prevalecerá aunque la administración de este gobierno y la dirección de la asociación de empresarios ya no existan en los siguientes quince años. Si este es el caso, ¿no podemos pensar como nación? o ¿la nación debe pertenecer a un sector y nada más que a un sector, para que funcione?...

     

    Es notorio que cada quién piensa llevar agua a su molino, pero el pueblo llano, el asalariado, desempleado, jubilado etc., no piensa en un color partidario cuando sus ingresos disminuyen, solo piensan en ¿cómo trabajar más? Pero ese sueño cada día se convierte en pesadilla ante la crisis mundial, las interminables discusiones no quitan el hambre a las familias pobres, ni siquiera ofrecen esperanzas para nadie, de tal forma que los discursos, las promesas, los cantos de un mañana mejor,  además de provocar cansancio no tienen credibilidad alguna.

     

    Nos interesa la imagen de nuestro país, esta defensa significa no solo limitarnos a la generación de empleos o los montos de inversión, puesto que esta nación no es solo dinero, somos personas, pueblo, familias, no creemos en los cantos de los profetas apocalípticos que anuncian solo las calamidades debido a que ellos siempre dicen lo mismo, por ejemplo que este país será abandonado a la peor de las suertes… si eso sucede los trabajadores permaneceremos acá, nos interesa la imagen de una nación valiente que construye su futuro a pesar de la intemperie, nosotros somos optimistas –bien informados-, ¿existe el pesimismo en los que inician un viaje por una vida mejor?  Y esta poderosa fuerza de salvadoreños en el exterior envía remesas a sus familias a pesar de todo.

     

    Nuestra condición ciudadana no debe entonces construirse más en promesas, sueños o fantasías, la mejor imagen de nuestra nación llámense: rico o pobres es construir desde nuestras realidades una nación posible, quizás sin soluciones mágicas pero con estadísticas concretas que indiquen la disminución de la pobreza, el analfabetismo, la inseguridad, la creación de empleos, la ampliación de comunicaciones, la pronta justicia, la defensa de los testigos, etc.

     

    La imagen nacional, debemos construirla a pesar de las diferencias políticas.

     

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  • Diálogo y reformas permanentes

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    El instrumento del diálogo ha demostrado ser el único que puede acercar posiciones de puntos opuestos políticamente, con resultados concretos.

     

    Históricamente al proponerlo es vilipendiado y descartado en los conflictos políticos de nuestra nación, no obstante debería instituirse como primera opción para no llegar a los extremos que hemos presenciado en las últimas semanas, puesto que provoca el ascenso de las opiniones a favor y en contra de la interpretación constitucional, que  llega a saturar los medios de comunicación con enfoques negativos para los protagonistas.

     

    Este es un buen momento para realizar un “control de daños” en los contendientes políticos, puesto que no es posible que en cada confrontación la institucionalidad colapse voluntaria o involuntariamente por situaciones de vacíos constitucionales, parece más racional la previsión de estos eventos que sufrir las consecuencias de estas confrontaciones.

     

    Una lectura de los resultados es que no se pueden sostener las propuestas maximalistas, ni idealismos extremos,  agregando que la mediación internacional es una herramienta recurrente en nuestros conflictos internos, lo cual quedará como precedente para futuros eventos de igual naturaleza.

     

    A pesar de los buenos augurios por el acuerdo alcanzado, ahora afloran nuevos desafíos entre ellos las reformas constitucionales, tema que probablemente nos lleve a situaciones parecidas como las semanas anteriores.

     

    Ante estos sucesos como nación debemos despojarnos de la mentalidad bélica, los problemas políticos no deben asumirse como conflictos entre enemigos de la guerra fría sino como compatriotas que luchan por la nación, tampoco se debe impulsar la confrontación pensando que el problema político es la mejor plataforma para ganar votos en un futuro evento electoral, no podemos continuar en un clima de confrontación permanente, puesto que los problemas concretos como: seguridad, pobreza, crisis internacional nos golpea sin preguntarnos si pertenecemos a una facción política, simplemente eso no contribuye en nada.

     

    Aprender de la Historia, desmontar la mentalidad de guerra al infinito,  para no caminar en cada crisis sobre barriles cargados de pólvora, porque un día alguno encenderá un fósforo por accidente… por eso la mentalidad de paz debe imponerse, si existen diferencias las soluciones deben ser posibles y realistas, sin necesidad de la amenaza permanente del  cuartelazo o la violencia contra opositores políticos.

     

    Si la solución siempre fue política como lo será en el futuro, debemos asumir formas racionales, justas y  dignas, acompañadas de acciones incluyentes, que unan a la nación porque desunir a la nación, fragmentar al pueblo salvadoreño, alimentar el odio y la violencia ha sido el canto de la tragedia por generaciones, de eso la nación ha soportado catástrofes reseñadas.

     

    Existe además en estos temas, la notable ausencia de la acción directa del pueblo, ¿Cuándo votamos por las Reformas Constitucionales? ¿Quién ganó sobre tal o cuál artículo a reformar? Si la respuesta es: ¡no se puede consultar todo! Como dijo un abogado en televisión, entonces no deseamos una democracia que solo nos pida un voto por una persona que no nos representa, puesto que este tema y otros si son temas de nación, no solo de una facción política.

     

    En conclusión necesitamos: diálogo permanente, consultas a nación en estos temas y reformas constitucionales.

     

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  • Democracia oligárquica salvadoreña en los tiempos del cambio

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    Caralvá

     

     

     

    El proceso de elección de magistrados es un dramático evento en nuestro estado democrático, observamos golpes y contragolpes mediáticos; vidas, muertes y resurrecciones de las imágenes personales de los candidatos, existen fusilamientos de la imagen individual y colectiva, todo bajo el manto de la elección de magistrado a la Corte Suprema de Justicia. ¿Aplicamos la democracia? ¿Esto es democracia? ¿Se someten las minorías a las mayorías tal como lo mandan los principios de aceptar la legalidad electoral o acaso solo cuando conviene a los intereses políticos?; en realidad vivimos una parálisis del sistema jurídico nacional, la democracia no significa disolver por decreto a la Corte Suprema de Justicia, si la apuesta es destrozar la gobernabilidad entonces vamos por mal camino.

     

    Resulta que los puntos centrales de esta interminable discusión son: “lo no escrito”, o “la interpretación de la Constitución”, de tal manera que nadie lucha contra la Constitución, ¿quién quiere destruir la constitución?: Nadie, ¿quién desea generar un ruptura constitucional?: Nadie; acaso la lucha es la interpretación constitucional “personal”, de tal manera que si pensamos peligrosamente la democracia no sirve para nada, puesto que ni representa los intereses del pueblo, ni se aplica que la mayoría se imponga a la minoría, en otras palabras estamos en la ruina intelectual, puesto que el modelo de nuestra aspiración generacional no funciona, no genera confianza y además parece autodestruirse. Vivimos un momento culminante de opciones sociales, la fe en la democracia termina en la miseria ciudadana, poco falta para invocar un decreto de calamidad jurídica, en este caso una emergencia de justicia que llame a restituir el derecho del pueblo, con todos sus agravantes.

     

    Las palabras de André Bretón parecen clarividentes, me concedo la licencia de la paráfrasis: “Tanta fe se tiene en la democracia, en la democracia en su aspecto más precario, en la democracia real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer. El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre al través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades...” ahora la fe se termina, puesto que en este momento intentan someternos al modelo de la democracia  oligárquica, en la cual parece que somos rehenes de sus conceptos, no obstante estos se encuentran en crisis ante el surgimiento de otra fuerza de igual poder, bajo la alianza de la Asamblea Legislativa, que al menos intenta romper el ciclo de reparto tradicional ya conocido por generaciones.

     

    La crisis institucional ha desembocado en objetivos estratégicos: uno de ellos es reformar la constitución, el fin de la visión de la democracia oligárquica con su monopolio absoluto, el inicio la campaña electoral presidencial de 2014 disfrazada de discusiones constitucionales, necesitamos arbitrajes internacionales ante nuestra incapacidad de acuerdos concretos, la falta de racionalidad que implique proyecciones de nación sin importar el partido gobernante, finalmente la necesidad de construir instrumentos que permitan a la ciudadanía expresar su opinión en estos temas y la consulta nacional oportuna, para no llegar a estas crisis. Debemos pensar como nación para todos, sin excepciones.

     

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  • Diálogo, acuerdos políticos y reformas constitucionales

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    Los acuerdos son una buena señal para la nación, que extraña circunstancia ver estas escenas llenas de ternura cuando personajes con una ideología absolutamente diferente se estrechan las manos, se abrazan y besan como en las mejores familias, son tan conmovedoras como la telenovela: “los ricos también lloran”… muy  bien, muy bien; si estas situación hubiese ocurrido 40 años antes, compartiríamos la vida, una nación próspera y democrática,  además no habríamos escalado hasta el primer lugar de violencia mundial con una guerra civil que casi culmina con el  triunfo de una fuerza sobre la otra, con el trofeo de un millón de muertos salvadoreños, pero eso al menos ni terminó así ni nadie se llevó a nación de rehén de su ideología; magnífica condición que el diálogo se inicie para que la Corte Suprema de Justicia funcione, al menos el diálogo demuestra ser la llave de cualquier solución nacional, pero debemos anotar que gracias a los Estados Unidos de América y sus “buenos oficios” estamos por llegar a buen puerto. Estos mismos personajes que ahora se abrazan y besan frente a los medios de comunicación son los mismos que días antes clamaban por un golpe de estado, impusieron una saturación mediática calificando a los adversarios como demonios, como en los actos cumbres de la guerra civil, olvidando que los fanáticos obedecen a la violencia no a la razón y los resultados fueron evidentes cuando golpearon a ciudadanos sin motivo alguno, ¿qué necesidad tiene la nación para llegar a estos extremos? si el diálogo de nuevo era la llave para el problema.

     

    Después de tanto escamoteo (“hacer desaparecer de un modo arbitrario algún asunto o dificultad) el cual gracias a Dios no se llamó a la Fuerza Armada a solucionar “el detalle” con en los viejos tiempos, deberíamos de comenzar por el final: el diálogo, no solo ahorraría tiempo sino la consecuente exhibición de los verdaderos intereses de los grupos de poder, sería más honesto presentarlos como sus candidatos de poder y su correspondiente partido, en lugar de ocultar su hoja de vida y sus condenas civiles, así al menos cada candidato desde su elección en los consejos profesionales no incurrirían en la mascarada de presentarse, puesto que otros tienen la partida ganada con las credenciales de los influyentes. El evento de la crisis institucional también demuestra cierta condición extraña del manejo de la crisis, uno de ellos es que los plazos “calculados” no se cumplieron –según algunos iluminados sería cuestión de semanas-, pero las discusiones se prolongaron hasta el punto de llegar a Instituciones Centroamericanas, otro elemento insospechado fue la creación de “Dos Cortes Supremas” -es de ciencia ficción-,   además la revelación de tráfico de influencias para imponer candidatos y ocultar sus omisiones jurídicas, la interpretación de la Constitución con criterio político partidario (en lugar de proponer reformas), además la devaluación de la  imagen de los funcionarios que podrán ejercer el poder institucional, pero a costa del deterioro de sus méritos personales. De existir otro evento semejante, los partidos políticos deberían aprender a perdonar a todos, incluso a los que no son de su partido, al igual que generar confianza incluyendo a los que no tiene su misma bandera política.

     

    En los problemas debemos iniciar por la solución: el diálogo, si desean concluir en acuerdos entonces llamen a los Estados Unidos como árbitro, si desean que la nación camine hacia un destino próspero: abandonen su ideología porque la realidad es un desastre (económico, ambiental, social, delincuencia etc.), y de la Constitución reformas estratégicas,   para ello debemos recordar que la nación tiene un pasado espantoso, nos ahorraremos tiempo, además honraremos a la inteligencia nacional.

     

     

     

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  • ¿Elección de magistrados humillación nacional?

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    Caralvá

     

    En nuestra democracia parece que avanzamos en caminos inexplorados, de pronto los elegidos para “altos cargos” tienen una saga de contrapuntos donde palidece la ciencia ficción, algunos no resisten el juicio del tiempo o de la historia, así las investiduras de los funcionarios públicos se vuelven sospechosas.  Cada quién asegura poseer una fórmula mágica para salvar al país de la crisis y son optimistas al extremo, eso parece bueno –para algunos-  para otros tocar el fondo de este abismo significa salir de nuevo a la superficie, que recuerda una anécdota de Jorge Luis Borges cuando afirmó: “yo no soy tan optimista, como el espacio es infinito podemos seguir cayendo infinitamente”. En tiempos pasados eran los cañones de la madrugada quienes despertaban a los civiles, ahora parece que los civiles son madrugados por cañones mediáticos, el poder de las comunicaciones está sustituyendo a  las acciones políticas, en un juego de poderes institucionales. En este juego de imágenes y apariencias las opiniones han llegado a extremos insospechados, la simple interpretación de las leyes roza la crispación de los fanáticos, en ciertos momentos se perdió todo sentido de mesura, sin distinguir entre inventos y hechos reales, sin limitar la imaginación de los hechos concretos, lo cual es peligroso para todos, poco ha faltado para hacer llamados a la desobediencia civil y otros a “las armas”, en realidad no podemos continuar en esta dinámica puesto que en algún momento perderemos el control, lo cual significa la humillación más grande que se le puede hacer a la inteligencia. Estos eventos del juego político, algunos usualmente juegan a “ganar” como un vicio de vida, cada acción tiene un sentido de astucia, predicción y frío cálculo de riesgo, es una ruleta con nosotros de tripulantes,  así elevan sus apuesta con un As en la manga, se olvidan que en los juegos siempre existen ganadores y perdedores,  no se puede ganar siempre, a lo sumo ganarán un porcentaje para salvar el honor, si el caso es por el “vil metal”,  lo cual supone mucho dinero, - o tráfico de influencias –  los logros de cada organismo político pueden ser denigrantes para  el futuro de la nación, puesto que los cargos serán similares a la colocación de las piezas de ajedrez y no opciones creíbles de genuino derecho, con el  agravante que “no significó un esfuerzo personal”,  por el contrario envía el mensaje equivocado, que esos cargos pueden ser alcanzados por recomendaciones de: amigos, compadres, jefes políticos, hombres adinerados o padrinos poderosos que no tienen límites financiero, así la interpretación jurídica constitucional, se parece al caso de los soldados en las guerras, cada quién morirá por mentiras, profundamente convencidos que tienen la verdad, pero el daño estará consumado.

     

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  • Las enseñanzas de la crisis institucional

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    Caralvá

     

    Apegados al derecho, a la Constitución de la República, la clase política tiene como principio lo escrito en la Carta Magna, los fallos de la Sala de lo Constitucional son inapelables, de modo que si los acuerdos son posibles las partes compartirán el deseado camino de la paz, no obstante este conflicto demostró que la violencia puede desencadenarse rápidamente: el daño del monumento a Monseñor Romero, la golpiza a ciudadanos que no vestían de blanco, los cánticos pidiendo la muerte de los adversarios etc…ello evidencia la intolerancia a opiniones diferentes, demuestra que prevalece el carácter supremacista sobre opciones democráticas, como si la única forma de superar las diferencias se encuentra en la muerte del adversario. La desconfianza política que se exhibe en cada proceso electoral, ahora se expresó en toda la línea de comunicaciones masivas, este proceso develó el espíritu vigente de la guerra fría e insultó a nuestros procesos democráticos, no obstante la desconfianza puede superarse al estructurar equipos de trabajo entre los sectores diversos, en otras palabras: “compartiendo el poder, gobierno, administración, municipalismo etc”, de otra forma la democracia es decorativa y con carácter suicida en cada momento que la interpretación jurídica no se acomode a los grupos de poder. Ahora los acuerdos apegados a la Constitución al menos implican nuevos reacomodos posibles para superar este clima de parálisis jurídica con procedimientos democráticos. Durante este evento sin precedentes, al menos la crisis no terminó con el camino conocido de la ruptura constitucional de otras épocas, de la misma manera que reflejó el interés de naciones extranjera en la estabilidad de la nación, el conjunto de estas situaciones manifiesta la débil democracia que vivimos, la clase política siempre tenía la llave de la solución: democratizar en profundidad las instituciones y compartir el poder; parece cínico, pero aún no llegamos como ciudadanos a consulta popular o plebiscito para Reformar la Constitución o incidir en estos temas trascendentales. No podemos dejar de lado la historia del derecho nuestra nación para pronunciarnos sobre el tema constitucional en pleno siglo XXI, bajo una pregunta fundamental: ¿Cuál es el principio que defienden los partidos políticos? ¿Cuál es la condición de honor entre los sectores que disputan la interpretación de los fallos constitucionales?. Estas respuestas las encontramos en la evolución de los acontecimientos, la alineación de los sectores de opinión, las abiertas exposiciones de diversas instituciones, de igual forma los sectores de la sociedad civil: universidades, asociaciones, gremiales etc.  Al menos esta crisis deja al descubierto la desconfianza política entre los actores principales, a pesar de vivir en paz bajo un gobierno de izquierda y efectuar elecciones en ciclos periódicos estos procedimientos no son suficientes, el inicio de los acuerdos entre partidos inicia bajo el signo de abandonar los principios ideológicos, elemento clave para todo entendimiento, entonces emerge lo posible: una realidad urgente para reconstruir la democracia en la nación.

     

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