Caralvá
Las tropas británicas y alemanas en 1914 celebraban la navidad en paz, cantando himnos en sus idiomas y fraternizando como amigos de barrios e incluso jugando fútbol. El estado de paz era un momento de silencio armado, cuenta la leyenda que la tregua se inició al momento que los alemanes comenzaron a decorar las trincheras con adornos festivos, el acto fue imitado por las tropas británicas. Ese estado fue denominado tregua navideña. Al menos una acción tan significativa implica un cese del enfrentamiento armado, donde los enemigos cada uno en su trinchera posee un arma disuasiva a su lado, de tal forma que no existe ventaja alguna para ninguno. Aquellos soldados cantaron sus himnos como: Noche de Paz (Stille Nacht, Silent Night), el acto debió ser conmovedor. Una tregua armada. Eran ejércitos, pero nosotros en la ciudad vivimos una condición desigual con la delincuencia. ¿Qué sucede en nuestra nación?... de pronto un ciudadano salvadoreño conduce su auto con la mayor tranquilidad del mundo, llega a casa y al momento de cerrar las puertas dos delincuentes lo “encañonan”, no solo lo amenazan de muerte, sino que ingresan a su casa, luego de unos minutos llegan sus secuaces y cargan con todo. Esta acción sucede en pleno diciembre a unos días de la Navidad. No existe descanso ni tranquilidad. El ciudadano desarmado no cuenta con ninguna defensa personal, se encuentra en un estado tan vulnerable que de solo pensar su intemperie, “la carne se pone de gallina” la escena es similar a: “tigre suelto y burro amarrado”. Hace unos días, me vi enfrentado a una situación parecida, dos delincuentes intentaron robar mi auto y me amenazaron con un revólver, nada es más frío que el cañón de un arma apuntando a tu humanidad, en ese instante el pensamiento se ilumina con un vértigo de situaciones, menos la parálisis; de las miles de imágenes que llegan al cerebro una prevalece: “soy hombre muerto”… haga lo que haga dispararán. Todos aquellos ciudadanos que en su vida se enfrentaron a situaciones similares comprenderán la impotencia, la ira e incluso la emasculación que en ese instante invade la psique, en cuestión de fracciones de segundo, la muerte es “Reina”, el pensamiento se convierte en un “túnel de visión”, no tienes cuerpo, solo el sentido luminoso de una oportunidad, la cual aprovechas con una maniobra distractora, -en realidad mi traje oscuro, junto a la penumbra, me favoreció- así que con varios saltos y la acción que normalmente no podría repetirla, transformé la situación en una alarma del vecindario, -creo que algún libro de neuropsicolenguaje me ayudó- de tal forma que ya no existía un foco de alarma, sino dos. El evento tuvo un final feliz. Algunas películas tienen escenas similares, esto sin alardes heroicos, además la oportuna ayuda del 911 recobró la calma al vecindario. Aún resuenan en mi cerebro las palabras de agresión de los delincuentes, su arma acerada con un resplandor nocturno y siniestro apuntándome, yo desarmado… Las vecinas me preguntaron: ¿Por qué no le dispararon?... –imaginen los deseos de mis vecinitas- mientras otro afirmó: ¡seguro es por sus escritos del colatino!... sin exageraciones tampoco. Lo bueno es que puedo contarles el cuento y no es paja… feliz año a todos.
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